4/11/07

La XJ Seisymedio.


El 19 de Abril me llama Rubén y me dice que tiene un compañero de curro que va a dar de baja una moto, por no sabe qué problemas con la caja de cambios. Dice que como a mi me gustan los hierros antiguos y esta, por lo visto es del 82, igual me interesa. Debe ser que la gente ya me ve como a una vieja de estas que se dedica a recoger animales perdidos. Me da el teléfono del personaje en cuestión para que me ponga en contacto con él.
El día siguiente voy a ver la moto con Ikki, que me acompaña en coche. Es una Yamaha XJ 650, con maletas Krauser y otra central, en un estado aparentemente, bastante dejado. Miro el kilometraje y marca unos 33.000 km. Venga ya, si en la chapa de identificación, en efecto pone que es del año 82. Voy mirando detallitos de uso que me desvelan que tiene más kilómetros recorridos de los que declara, es imposible que prácticamente no la hayan movido en todos estos años. Vamos bien. Por fin viene el dueño, un tal Pere, que no tiene ni pajolera de motos y sólo la quiere para ir al trabajo. Se la vendió hace poco tiempo uno de sus jefes por 4 duros y le dijo que se tiró 10 años parada por el susto de una caída. Seguimos, pues, con la típica historia de que no se ha usado casi nunca. Me comenta que sólo entra la 1ª velocidad y el punto muerto y que le dijo un mecánico que le costaría sobre 400-500 € arreglarla. Obviamente, Pere se lo pensó 3 segundos y dijo que para la basura se iba, la puta moto. Así que ahí estaba yo, decidiendo si quedarme o no con ese glorioso hierro. El colega, además tiene la desfachatez de pedirme 100 € por ella, que sino llama a un amigo urbano suyo (parece que todo el mundo tiene amigos influyentes menos yo) y se la llevan ya mismo al desguace, que el tío lo que quiere es sacársela de encima lo antes posible. Me río por dentro y con cara de póquer le contesto que si me la regala, de puta madre, pero que yo no pago ni un duro por el cacharro ese. Bastante tengo con pagar el impuesto de circulación y el cambio de nombre, que ya se van a 100 €, más la reparación, para que encima intente sacar un beneficio. Además, y esto lo hago muy serio, le digo que si quiere ahora mismo llamo a la Guardia Urbana y mañana ya se la han llevado, sin necesidad de tener ningún amiguete metido allí. Que no me vacile con eso, por favor. Pere que se lo piensa, esta vez un poco más, y me dice que vale, pero que lo haga lo antes posible porque no la quiere tener en la calle mucho tiempo. No sé que perra tiene el tipo cogida por mandarla a paseo con tantas prisas. Le tranquilizo, como un auténtico profesional de la compra-venta, diciéndole que el mismo Lunes le llamo para pedirle los papeles necesarios, que el Martes por la mañana voy a la Campana a hacer el cambio de nombre y arreglar el tema de la ITV (porque además, no os he dicho que tampoco la tiene pasada) y que esa misma tarde me la llevo con viento fresco. Todo correcto.
El jueves 26 pasaba a mí poder y me la llevaba de ese barrio de no muy buena reputación en 1ª, recalentándola y quemando aceite mientras me escoltaba Moni con su Scoopy. Y el Sábado de esa misma semana, Damián me dejaba su remolque para llevarla a El Garaje. Todo controlado.
Ese fin de semana me doy cuenta de que la historia-leyenda que me había contado Pere sobre la moto realmente podría tener fundamentos. Miro y remiro la moto de adelante a atrás, por dentro de los recovecos, con detenimiento, esta vez sin las prisas de la calle y me voy convenciendo de dos cosas: de que la moto sí que tiene solamente 33.000 km y de que yo no soy tan versado en la materia como pensaba. Siempre hay alguna cosa que te puede llegar a sorprender.
Mi idea original era ver que carajo le pasaba a la caja de cambios, arreglarla lo antes posible, adecentarla y decidir que hacer con ella: o la vendía y seguía su destino incierto, o me la quedaba y su destino quedaba sentenciado a devorar kilómetros. Fueron pasando los meses sin saber lo que albergaba el cambio por culpa de la maldita gotera que tenía el techo de El Garaje. Como soy un tío muy pijoteras con mis reparaciones y herramientas, me da mucho por el saco tener que estar siempre a medias, así que esperé pacientemente a que acabaran de arreglar de una puñetera vez esa grieta que hacía que se me inundara todo cada vez que llovía. La espera duró meses.